El editor del libro de Oseas, que era de origen judío, sitúa su actividad en los reinados de Ozías, Yotán, Acaz y Ezequías de Judá. Como una concesión al origen norteño del profeta añade que esos reinados coinciden con el de Jeroboán II de Israel. En un examen de historia de Israel, ese editor difícilmente habría aprobado. Le faltan nada menos que otros seis reyes israelitas contemporáneos del profeta: Zacarías, Salún, Menajén, Pecajías, Pécaj y Oseas. La lista es tan aburrida que podemos perdonárselo. Pero no sin recordar que esos nombres dan testimonio de la época más trágica de la historia de Israel y de la desaparición del Reino Norte.
Para comprender la época de Oseas conviene recordar algunos datos de la situación internacional y de la política interior.
El emperador y sus sucesores adoptarán con los demás países, cercanos o lejanos, unas normas de conducta que conviene conocer: a) el primer paso consiste en una demostración de fuerza, que lleva a esos estados a una situación de vasallaje, con pago anual de tributo; b) si más tarde tiene lugar, o se sospecha, una conspiración contra Asiria, las tropas del imperio intervienen rápidamente, destituyen al monarca reinante y colocan en su puesto a un príncipe adicto; al mismo tiempo se aumentan los impuestos, se controla más estrictamente la política exterior y se disminuye el territorio, pasando gran parte de él a convertirse en provincia asiria; c) al menor signo de nueva conspiración intervienen de nuevo las tropas; el país pierde su independencia política, pasando a convertirse en provincia asiria, y tiene lugar la deportación de gran número de habitantes[2], que son sustituidos por extranjeros; ésta última medida pretende destruir la cohesión nacional e impedir nuevas revueltas; el Reino de Israel será víctima de tal procedimiento el año 720.
Resulta imposible exponer brevemente todas las campañas de Tiglatpileser[3]. Tampoco nos ayudaría demasiado para conocer a Isaías y Miqueas. Basta saber que en sus años de reinado (745-727) consiguió extender su dominio a Urartu, Babilonia y la zona de Siria-Palestina. Precisamente las campañas en esta última región le harán intervenir (a petición de Judá) en la guerra siro-efraimita, de la que hablaremos más adelante. Desde ese momento (año 734) Judá queda sometida a Asiria en el primer grado de vasallaje.
A Tiglatpileser III le sucedió Salmanassar V (727-722), del que no poseemos muchos datos. El comienzo de su reinado pareció a muchos países el momento oportuno para rebelarse. Judá se mantuvo al margen de revueltas, pero Israel intentó conseguir su independencia. Lo único que logró fue precipitar su ruina. Samaria cae tras dos años de asedio (722). Según la táctica asiria, a la derrota debe seguir la deportación; pero Salmanassar muere asesinado, e Israel prolonga su agonía hasta el 720, fecha en que Sargón II deporta a 27.290 samaritanos[4].
2. La política interior
1.1. La guerra civil del año 753
El año 753 marca el comienzo de esta crisis. Tras seis meses de gobierno, Zacarías, hijo de Jeroboán, es asesinado por Salún. Con ello se cumple lo anunciado por el nombre del primer hijo de Oseas: "Llámalo Yezrael, porque muy pronto tomaré cuentas de la sangre de Yezrael a la dinastía de Jehú" (1,4).
1.2. Comienzo del sometimiento a Asiria (año 742)
Es posible que los primeros años de Menajén fuesen prósperos. Pero esto no es seguro, sobre todo si admitimos que la guerra civil produjo una división del Reino Norte en dos territorios, los que Oseas llama "Israel" y "Efraín" [5]. En cualquier hipótesis, el horizonte internacional se nublaría muy pronto. El año 745 sube al trono de Asiria Tiglatpileser III, excelente militar, deseoso de formar un gran imperio. Las consecuencias de este hecho se notarán pronto en Israel: el año 742 Menajén debió pagar mil pesos de plata, imponiendo una contribución a todos los ricos del país (2 Re 15,19-20)[6].
Las luchas anteriores, el pago del impuesto, las disensiones dentro del ejército, van a provocar otra crisis profunda. Pecajías, hijo de Menajén, será asesinado, tras dos años de gobierno, por su oficial Pécaj (740-731), que lo suplanta en el trono. Los años de prosperidad están ya lejos.
1.3. La coalición siro-efraimita contra Judá (año 734).
Pero Pécaj, en vez de seguir una política de neutralidad internacional y de paz interna, se lanza a una absurda aventura. En unión de Damasco declara la guerra a Judá. No sabemos con exactitud por qué motivos. Unos lo justifican por el deseo de formar una coalición antiasiria, otros por luchas territoriales en Transjordania[7]. En cualquier caso, esta guerra siro-efraimita será una catástrofe para Israel. Tiglatpileser III acude en ayuda de Judá, arrasa Damasco y arrebata a Pécaj "Iyón, Abel bet Maacá, Yanoj, Cades, Jasor, Galaad, Galilea y toda la región de Neftalí, y llevó a sus habitantes deportados a Asiria" (2 Re 15,29).
La decepción de los israelitas debió de ser profunda. Y la solución fácil de encontrar: "Oseas, hijo de Elá, tramó una conspiración contra Pécaj, lo mató y lo suplantó en el trono" (2 Re 15,30). Oseas, contemporáneo y homónimo del profeta, será el último rey de Israel (731-722).
1.4. Rebelión final contra Asiria y desaparición del Reino Norte (725-722)
Tras unos años de sometimiento, el rey Oseas dejó de pagar tributo a Asiria, provocando la reacción del emperador Salmanasar V, que asedia la capital. Al cabo de tres años, Samaria cae en poder de los sitiadores (722) y el reino de Israel desaparece de la historia. Estas revueltas continuas y asesinatos ayudan a comprender las duras críticas del profeta contra sus gobernantes y la decepción con que habla de la monarquía[8].
2. Situación religiosa
Para entender el mensaje de Oseas es preciso tener en cuenta otro dato: el culto a Baal. Cuando los israelitas llegaron a Palestina formaban un pueblo de pastores seminómadas. Concebían a Yahvé como un dios de pastores, que protegía sus emigraciones, los guiaba por el camino y los salvaba en los combates contra tribus y pueblos vecinos. Al establecerse en Canaán cambiaron en parte de profesión, haciéndose agricultores. Muchos de ellos, con escasa formación religiosa y una idea de Dios muy imperfecta, no podían concebir que su dios de pastores pudiese ayudarles a cultivar la tierra, proveerles de lluvia y garantizarles estaciones propicias. Entonces se difunde el culto al dios cananeo Baal, señor de la lluvia y de las estaciones, que proporciona la fecundidad de la tierra y favorece los cultivos. Los israelitas aceptaron a este dios, a pesar de que su culto implicaba prácticas inmorales, como la prostitución sagrada.
Yahvé siguió siendo el dios del pueblo, pero quien satisfacía las necesidades primarias era Baal. Concedía el pan y el agua, la lana y el lino, el vino y el aceite. Cuando el israelita los tenía, no daba gracias a Yahvé, sino a Baal; cuando carecía de ellos, se avecinaba una mala cosecha o un período de sequía, en vez de acudir a Yahvé invocaba a Baal. En cualquier otro país, esto no habría planteado el menor problema; las divinidades acostumbraban ser muy tolerantes. Pero Yahvé es un dios intransigente, que no permite competencia de ningún tipo. Es lo que nos dirá Oseas con unas imágenes clarísimas.
[1]. Cf. Israelite & Judaean History, ed. por J. H. Hayes y J. M. Miller, OTL (Londres 1977), 415-21 y la bibliografía que allí se cita.
[5]. Tal es la opinión de H. J. Cook, "Pekah": VT 14 (1964) 121-135 y de E. R. Thiele, "Pekah to Hezekiah": VT 16 (1966) 83-107.
[6]. La fecha del tributo de Menajén es bastante discutida. Thiele, Schedl, Cody, Saggs, Allo y otros lo sitúan entre los años 743-741, durante el asedio de Arpad. Antes era frecuente datarlo en el 738. En la cronología que sigo, para esta última fecha Menajén habría ya muerto. Sobre los motivos de este tributo y los difíciles problemas históricos véase J. L. Sicre, Los dioses olvidados (Madrid 1979) 38-40.
[7]. El tema de la guerra siro-efraimita lo trato con más detalle al hablar de la actividad de Isaías durante el reinado de Acaz.
[8]. Cf. J. L. Sicre, "La actitud del profeta Oseas ante la monarquía y el mesianismo", en Palabra y vida, Homenaje a J. Alonso Díaz (Madrid 1984) 101-110.
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