De los años siguientes no sabemos nada. Pero esto poco que sabemos es muy interesante para comprender la mentalidad de los desterrados. Las amenazas externas y las revueltas internas fomentan en ellos la esperanza de que el castigo enviado por Dios sea pasajero; piensan que el rey Jeconías será liberado pronto y que todos volverán a Palestina. Lo que menos pueden imaginar es la destrucción de Jerusalén y el aumento del número de deportados.
Ya el profeta Jeremías se había encargado de disipar estas ilusiones en una carta a los desterrados: «Construid casas y habitadlas, plantad huertos y comed sus frutos. Tomad esposas y engendrad hijos e hijas... Buscad la prosperidad del país al que os he deportado y rogad por él, porque su prosperidad será la vuestra» (Jer 29,5-7). Pero el pueblo, alentado por los falsos profetas, se niega a admitirlo.
Entonces Dios, entre los desterrados, elige a uno de ellos para transmitir el mismo mensaje. A partir de entonces, Ezequiel deberá hablar a un pueblo rebelde y transmitirle un mensaje duro y desagradable. Pero no se concreta el contenido de esa misión. Sólo sabemos que permaneció luego siete días abatido en medio de sus paisanos (3,15). [iv].
4.1.1. El mensaje de los capítulos 4-7
Los capítulos 4-7 nos revelan el contenido del mensaje. Aunque no podemos datarlos con seguridad, es probable que recojan la primera predicación del profeta.
a) Las acciones simbólicas de los cc. 4-5
El asedio (4,1-2). Y tú, hijo de Adán, agarra un adobe, póntelo delante y graba en él una ciudad, ponle cerco, construye torres de asalto contra ella, y haz un terraplén contra ella; pon tropas contra ella y emplaza arietes a su alrededor (4,1-2).
El hambre (4,9-11). Y tú, recoge trigo y cebada, alubias y lentejas, mijo y escanda: échalo todo en una vasija y con ello hazte de comer. Comerás tasado tu alimento: una ración diaria de ocho onzas; a una hora fija la comerás. Beberás el agua medida: la sexta parte de una cantarilla, a una hora fija la beberás.
La muerte (5,1-2). Y tú, hijo de Adán, agarra una cuchilla afilada, agarra una navaja barbera y pásatela por la cabeza y la barba. Después agarra una balanza y haz porciones. Un tercio lo quemarás en la lumbre en medio de la ciudad, un tercio lo sacudirás con la espada, un tercio lo esparcirás al viento. [Simboliza que un tercio de la población morirá en el incendio de la ciudad, un tercio morirá a espada y un tercio se dispersará o irá al destierro]
Explicación (5,5-6). Dirás a la casa de Israel: Esto dice el Señor: Se trata de Jerusalén: la puse en el centro de los pueblos, rodeada de países, y se rebeló contra mis leyes y mandatos pecando más que otros pueblos, más que los países vecinos.
b) La condena de los montes de Israel (c.6)
2‑Hijo de Adán,mira a los montes de Israel y profetiza contra ellos.
3 ¡Montes de Israel, escuchad la palabra del Señor!
Esto dice el Señor a los montes y a las colinas,
a las torrenteras y a las vaguadas:
¡Atención!, que yo mando la espada contra vosotros
para destruir vuestros altozanos;
serán arrasados vuestros altares y rotos vuestros cipos. (...)
6 En todas vuestras comarcas arruinarán las aldeas
y arrasarán las lomas;
hasta que queden arruinados y arrasados vuestros altares,
rotos y destruidos vuestros ídolos,
arrancados vuestros cipos y borradas vuestras obras.
7 Los muertos yacerán entre vosotros,
y sabréis que yo soy el Señor.
c) Anuncio del fin (c.7)
Esto dice el Señor a la tierra de Israel:
¡El fin, llega el fin a los cuatro extremos del orbe!
3 ya te llega el fin:
Lanzaré mi ira contra ti,
te juzgaré como mereces
y pagarás tus abominaciones.
4 No me apiadaré ni te perdonaré:
te daré la paga que mereces,
te quedarás con tus abominaciones,
y sabréis que yo soy el Señor. (...)10 Ahí está el día, está llegando, te toca el turno.
Florece la injusticia, madura la insolencia,
11 triunfa la violencia, el cetro del malvado.
Sin dilación y sin tardanza,
12 llega el momento, el día se avecina;
el comprador, que no se alegre;
el vendedor, que no esté triste. (...)15 La espada en la calle,
en casa la peste y el hambre:
el que está en descampado muere a espada,
al que está en la ciudad lo devoran el hambre y la peste.
16 Los que escapan huyendo a las montañas,
gimiendo como palomas,
morirán todos ellos, cada cual por su culpa.
4.1.2. Visión de Jerusalén (cc. 8-11)
Los capítulos 8-11 concretan algo más las causas del castigo. Este bloque está fechado un año después de la vocación, el 592 (cf. 8,1). De nuevo la mano del Señor viene sobre el profeta y tiene una visión. El espíritu lo traslada en éxtasis a Jerusalén y un personaje misterioso le hace conocer los distintos pecados que se cometen en la capital: la idolatría adquiere las formas más diversas (c.8), mientras las injusticias y crímenes inundan el país (9,9). Esto provoca el castigo del Señor, que implica muerte de los culpables, incencio de la ciudad y, sobre todo, desaparición de la Gloria de Dios. Una vez más, el texto ha sufrido grandes añadidos. Ofrezco la reconstrucción que hace Zimmerli del texto original.
a) Introducción
8 1 El año sexto, el día cinco del mes sexto, estando yo sentado en mi casa y los concejales de Judá sentados frente a mí, bajó sobre mí la mano del Señor. 2 El espíritu me levantó en vilo y me llevó en éxtasis entre el cielo y la tierra a erusalén, junto a la puerta septentrional del atrio interior. 4 Allí estaba la gloria del Dios de Israel, como la había contemplado en la llanura.
b) Los diversos pecados de idolatría
5 Me dijo: —Hijo de Adán, dirige la vista hacia el norte.
Dirigí la vista hacia el norte, y vi al norte de la puerta del altar la estatua rival.
6 Añadió: —Hijo de Adán, ¿no ves lo que están haciendo? Graves abominaciones comete aquí la casa de Israel para que me aleje de mi santuario. Pero aún verás abominaciones mayores.
7 Después me llevó a la puerta del atrio y vi una grieta en el muro.
8 Me dijo: —Hijo de Adán, abre un boquete en el muro.Abrí un boquete en el muro y vi una puerta.
9 Añadió: —Entra y mira las atroces abominaciones que están cometiendo ahí.
10 Entré, y vi grabados en las cuatro paredes toda clase de reptiles y animales inmundos, todos los ídolos de la casa de Israel. 11 Frente a ellos, setenta senadores de la casa de Israel estaban en pie, incensario en mano. Una nube de incienso se elevaba.
12 Me dijo: —¿No ves, hijo de Adán, lo que están haciendo los senadores de la casa de Israel a oscuras, en los camarines de sus imágenes? Porque piensan: El Señor no nos ve, el Señor ha abandonado el país.
13 Y añadió: —Aún los verás hacer abominaciones mayores.
14 Después me llevó junto a la puerta septentrional de la casa del Señor; allí estaban unas mujeres sentadas en el suelo, llorando a Tamuz.
15 Me dijo: —¿No ves, hijo de Adán? Aún verás abominaciones mayores que éstas.
16 Después me llevó al atrio interior de la casa del Señor. A la entrada del templo del Señor, entre el atrio y el altar, había unos veinticinco hombres, de espaldas al templo y mirando hacia el oriente: estaban adorando al Sol.c) Los pecados de injusticia17 Me dijo: —¿No ves, hijo de Adán? ¡Le parecen poco a la casa de Judá las abominaciones que aquí cometen, y colman el país de violencias, indignándome más y más! ¡Ahí los tienes despachando esbirros para enfurecerme!
d) El castigo
Tiene lugar en tres etapas: 1) Muerte: seis hombres con mazas matarán a los habitantes de la ciudad, exceptuando a los que se lamentan por su situación, marcados previamente con un signo en la frente. 2) Incendio: el hombre vestido de lino recoge unos carbones encendidos y los esparce por la ciudad (este castigo está sólo esbozado). 3) Desaparición de la Gloria de Dios, que abandona el santuario por etapas: umbral del templo, puerta oriental, monte oriental.18 Pues también yo actuaré con cólera, no me apiadaré ni perdonaré; me invocarán a voz en grito, pero no los escucharé.
9,1 Entonces le oí llamar en voz alta: —Acercaos, verdugos de la ciudad, empuñando cada uno su arma mortal.
2 Entonces aparecieron seis hombres por el camino de la puerta de arriba, la que da al norte, empuñando mazas. En medio de ellos, un hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura. 3b Llamó al hombre vestido de lino, 4 con los avíos de escribano a la cintura, y le dijo el Señor: — Recorre la ciudad, atraviesa Jerusalén y marca en la frente a los que se lamentan afligidos por las abominaciones que en ella se cometen.
5 A los otros les dijo en mi presencia: — Recorred la ciudad detrás de él hiriendo sin compasión y sin piedad. 6A viejos, muchachos y muchachas, a niños y mujeres, matadlos, acabad con ellos; pero a ninguno de los marcados lo toquéis. Empezad por mi santuario.
Y empezaron por los ancianos que estaban frente al templo.
8 Mientras ellos mataban, caí rostro en tierra y grité: —¡Ay Señor! ¿Vas a exterminar al resto de Israel, derramando tu cólera sobre Jerusalén?
9 Me respondió:
— Grande, muy grande, es el delito de la casa de Israel y de Judá; el país está lleno de crímenes; la ciudad colmada de injusticias; porque dicen: «El Señor ha abandonado el país, no lo ve el Señor». 10 Pues tampoco yo me apiadaré ni perdonaré; doy a cada uno su merecido.
10 2 El Señor dijo al hombre vestido de lino: — Métete debajo de la carroza, recoge una ambuesta de brasas de entre los querubines y espárcelas por la ciudad.
Y vi que se metió. 7 Alargó la mano hacia el fuego que estaba entre los querubines, lo recogió y se marchó.
4 La gloria del Señor se remontó sobre los querubines y se colocó en el umbral del templo. 18 Luego la gloria del Señor salió levantándose del umbral del templo 19 y se detuvo junto a la puerta oriental de la casa del Señor.
11 23 La gloria del Señor se elevó sobre la ciudad y se detuvo en el monte, al oriente de la ciudad.
e) Final
24 Entonces el espíritu me arrebató y me llevó en volandas al destierro de Babilonia, en éxtasis; la visión desapareció. 25 Y yo les conté a los desterrados lo que el Señor me había revelado.
Pero a Ezequiel no le preocupa sólo el estado actual del pueblo. Influido por Oseas y Jeremías, toda la historia pasada surge ante sus ojos llena de pecado.
a) Las "abominaciones de los antepasados" (c.20)
Así lo demuestra el episodio del c.20, fechado un año más tarde (591). Los ancianos acuden a consultarle, probablemente sobre la duración del exilio. La reacción inmediata de Dios es no dejarse consultar (20,3), y al final mantendrá esta postura (20,31). Pero lo interesante es advertir que en este caso no denuncia el profeta pecados presentes, sino "las abominaciones de sus padres" (v.4). En cuatro etapas, que abarcan desde Egipto hasta la tierra prometida, quedan contrapuestos los beneficios de Dios (liberación, ley, sábado, tierra) y la rebeldía continua de los israelitas. Toda la historia de Israel es una historia de pecado, que provoca el castigo inevitable.
b) La historia de Jerusalén y las dos hermanas
En este contexto hay que considerar otros dos capítulos del los más famosos del libro (16 y 23); también en ellos se echa la vista atrás, se arranca de los orígenes y se denuncia el olvido continuo de Dios, que ha dado paso a la prostitución con egipcios, asirios y babilonios. Se alude con esto a las alianzas entabladas por Israel y Judá con las grandes potencias de la época; tales pactos suponen una desconfianza en Dios, una búsqueda de seguridad en lo terreno, ofender al esposo y entregarse a los amantes. El tema lo expongo detenidamente en mi obra, Los dioses olvidados, 72-80.
4.1.4 Reacción de los contemporáneos
Pero también los contemporáneos del profeta tienen algo que decir. El libro transmite a menudo sus intervenciones. Todas pretenden lo mismo: escapar a la palabra de Dios, anularla. Ellos no desean devorar el volumen lleno de elegías, lamentos y ayes. Lo rechazan con medio muy distintos.
Un primer modo de anular la palabra de Dios es la burla: "pasan días y días y no se cumple la visión+ (12,22); *las visiones de éste van para largo, a largo plazo profetiza" (12,27).
El segundo es la mentira, pecado de falsos profetas (13,1-16) y profetisas (13,17-23), que anuncian paz cuando no hay paz (13,10) y apoyan al malvado para que no se convierta (13,22). A la palabra profética oponen ellos sus propias fantasías, sus oráculos falsos. El c.13, fundamental para este tema, no concreta más; la controversia contemporánea entre Jeremías y Ananías (Jer 28) ilumina mucho la situación.
El tercero es la nostalgia, el apego a tradiciones y realidades sagradas, que impide aceptar la palabra presente de Dios. En este sentido parece orientarse 14,1-8. Algunos ancianos de Israel recuerdan sus ídolos e imaginan algo que les hace caer en pecado (14,3). Estos ídolos no pueden ser dioses cananeos ni babilonios; tal interpretación iría contra el texto, que presenta a los ancianos como afectos al profeta y deseosos de conocer la voluntad de Dios. En este caso, los ídolos sólo pueden ser Jerusalén, el templo, la tierra prometida. Y "les hacen caer en pecado" porque les impiden aceptar la voluntad de Dios.
Un cuarto medio de anular la palabra divina es la intercesión. Ezequiel anuncia la caída de Jerusalén. ¿No bastarán diez personas honradas para salvarla? ¿Es más grave la situación que en el caso de Sodoma (Gn 18)? Efectivamente. Aunque se encontrasen en Jerusalén Noé, Daniel y Job, "juro que no salvarán a sus hijos ni a sus hijas; ellos solos se salvarán y el país quedará devastado" (cf. 14,12-21).
No sabemos con exactitud qué otras intervenciones del profeta podemos datar entre los años 591 y 589. Por lo demás, no importa demasiado la datación precisa.
Durante el 588, cuando se produce la rebelión, Ezequiel interviene. En la alegoría del águila y el cedro (17,1-10) denuncia la política errónea de Sedecías, que le hace inclinarse hacia Egipto. La acción simbólica de las dos rutas (21,23-32) proclama la decisión de Nabucodonosor de asediar Jerusalén. Y la parábola de la olla, propuesta el mismo día en que comienza el ataque (24,1-5.9-10a), anuncia el fin de la ciudad sanguinaria. El tema de las injusticias parece adquirir su máximo desarrollo en estos momentos finales (22,1-16.17-22).
En el año 587, de enero a junio, pronuncia Ezequiel tres oráculos contra Egipto (29,1-6a; 30,20-26; 31,1-8)[vi]. El primero y el tercero resaltan el orgullo de esta potencia; el segundo habla de su derrota. Ezequiel, enemigo como Jeremías de la rebelión, condena a Egipto por haberla fomentado y apoyado. Este tema sólo aparece explícitamente en 29,6b-7, subrayando además la traición. Pero parece el único motivo de que Ezequiel pronunciase estos oráculos durante el asedio de Jerusalén.
4.1.6. Acción simbólica final (24,15-24)
El profeta cierra este período de actividad con la acción simbólica más trágica (24,15-24): repentinamente va a morir su esposa; pero no puede llorar ni hacer duelo, deberá afligirse en silencio. Igual que los israelitas cuando pierdan el santuario. Por último, el día de la caída de Jerusalén (19 de julio del 586), Ezequiel quedará mudo e inmóvil (3,25-26) hasta que un fugitivo le comunique la noticia (24,26-27). Esto ocurrirá el 5 de enero del 585; entonces recobra el habla (33,21-22).
La primera época de actividad comienza y termina, pues, con una etapa de silencio. Al principio, como muestra de abatimiento por la misión que debe realizar; al final, porque la dureza de sus contemporáneos hace inútil la acusación.
Asombra la diversidad de medios empleados por Ezequiel para comunicar su mensaje: acciones simbólicas, pantomimas, alegorías, parábolas, enigmas. ¿Qué pretendía con todo ello? Según muchos comentaristas, anunciar la caída inevitable de Jerusalén, eliminar entre los deportados las falsas esperanzas. Berhard Lang ha propuesto otra interpretación más política: Ezequiel intenta que Sedecías no se rebele contra Nabucodonosor[vii]. A distancia, desde Babilonia, cumple la misma tarea que Jeremías en Jerusalén. Es difícil decidirse en una u otra línea. Lo cierto es que la predicación de esta primera época demostrará que Dios actuó justamente con Jerusalén (14,23).
NOTAS
[i]. Cf. D. J. Wiseman, Chronicles of the Chaldean Kings (Londres 1956), 36.
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